8/2/11

Yo sé que muchos no me creeran, pero lloro todas las noches. Y cuando digo todas las noches, es literal. Osea, todas las noches. Siempre encuentro el momento, el lugar a la noche, para poder llorar, para ir sacando poco a poco con las lágrimas, el dolor que tengo a dentro. Eso que durante el día me destruyé y me saca las ganas de vivir, pero que tengo que ocultar. ¿Por qué ocultarlo? No hay un porque muy formado. Siento que en mi familia, yo tengo que ser la hija ejemplar, fuerte, que se banque todas, que le vaya de diez en el colegio, que vaya al punto, la directa, y aunque muchas veces le lleve la contra a mis papás en la palabra, siempre hago lo que ellos quieren que haga, porque no quiero defraudarlos, por así decirlo. Yo sé que bastante tienen con mi hermana, y aunque a veces se los reprocho, no quiero ser un peso más. No digo que mi hermana lo sea, pero no quiero que tengan más problemas. Con respecto a mis amigos, no quiero que me vean  tan débil, aunque a veces les cuente lo que me pasa, no va más haya de palabras con ellos, porque siempre trato de mostrarme bien, con ganas de joder, feliz. Aunque en el fondo yo sé que no es así. Pero no me sirve estar mal y demostrarme caída, porque ellos también tienen sus problemas y, como en mi familia, yo no quiero ser un problema más para mis amigos. Quiero que me vean fuerte, quiero que vean como un soporte fuerte del cuál puedan agarrarse siempre que sientan que se están por caer, sin tener la duda de que yo también pueda caer con ellos. Yo prefiero caerme de a poco, sola, que tirar conmigo a otros. Prefiero cayarme y no pedir ayuda, y brindar toda la ayuda que pueda. Cuando todo lo que me rodee, este bien, capaz ahí me empieze a ocupar un poquitito de mi misma.