8/1/11

Tanto lo quería, que tardé en aprender a olvidarlo diecinueve días y quinientas noches. Dijo hola y adiós, y, el portazo, sonó como un signo de interrogación. Sospecho que así se vengaba, a través del olvido, cupido de mi. No pido perdón, ¿para qué? si me va a perdonar, porque ya no le importa.